Ojos abiertos de par en par. Miran temerosos. Felinos. Verdes. Brillantes. Buscan el peligro en cada rincón de cada esquina. Se cierran. Pestañas oscuras, largas, profundas impiden ver.
Piel tersa, suave, blanca. Resaltada por unos pómulos rosados, redondos, que recuerdan a las princesas antiguas, caras todas blancas con dos redondeles rosas en los lados.
Labios color fresa. Finos, pequeños pero con ese punto de sensualidad en la comisura del labio.
Dedos largos y fuertes se pasean por la cara. Recorren cada parte, órgano e imperfección. Acarician lo que les gusta. Dibujan historias en los pómulos, vagan por los ojos sin prestarles apenas atención. Saben lo que buscan. Lo ansían. Bajan hasta el cuello erizando la piel, creando esa excitación tan preciada. Suben. Su trayecto termina en su meta. El deseo de tocar los labios que gimen es ya incontrolable.
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